viernes, 19 de octubre de 2012

Experiencia laboral


Durante las vacaciones de verano y por tres años consecutivos trabajé en una empresa en la que no sólo aprendí a realizar diversas actividades laborales, también conocí a muchas personas que me hicieron comprender el verdadero valor que existe dentro de toda empresa: el capital humano.

Escuché los diversos puntos de vista de mis compañeros de trabajo acerca del ambiente laboral, el valor que la empresa le daba a su esfuerzo y las propuestas que ellos tenían para mejorar la productividad de los empleados. Sin embargo, sus opiniones no solían ser atendidas. No tenía más de 14 años cuando   me adentré al mundo laboral. Conocí esos diversos puntos de vista y conviví con personas que llevaban precisamente esos mismos 14 años o más laborando para la misma empresa.

Como parte de un juego, en mi primer año de trabajo, decidí postularme como la nueva directora general de esa empresa. Escuchaba las propuestas e inquietudes que tenía cada uno de los trabajadores y prometía, que una vez que yo fuera la directora general, pondría en práctica las mejoras propuestas y haría que todos se sintieran contentos y satisfechos con su trabajo realizado diariamente. Del edificio en el que trabajaba, me postulé únicamente en el piso al que estaba asignada y, por su puesto, gané el puesto de directora general. Supongo que mi jefe y compañeros de trabajo veían en mí una mente libre de limitantes. Mi única intención era hacer que el trabajo no lo vieran como tal, sino como algo divertido. 

Me llevé más que una experiencia laboral durante ese año, y durante los otros dos años posteriores aprendí mucho de mis compañeros de trabajo. Conocí sus experiencias y aspiraciones. Me dí cuenta de que en verdad todos podían trabajar en equipo y de manera gustosa si de verdad se propiciaba el ambiente y había alguien que los motivara. Desde entonces me propuse que dentro de las empresas o por lo menos dentro de la empresa donde yo laborara, habría más apertura para escuchar las ideas y propuestas de los empleados, fomentaría el trabajo en equipo y trataría de que todos disfrutaran su trabajo.

Más adelante aprendí que este tipo de empresa "ideal" sí existe y Peter Senge la denomina "empresa inteligente". Una empresa inteligente es aquella que realmente sabe que el aprendizaje es una actividad continua y creativa de su capital humano. La empresa hace énfasis en el valor de todos los miembros de la organización y sabe que son capaces de aportar mucho más de lo que comúnmente se cree. Por esta razón, cualquiera de los empleados es capaz de comprometerse completamente con la visión de la empresa, adoptándola como propia y actuando con total responsabilidad. Así los empleados pueden tomar decisiones y enriquecer la visión de la organización haciendo uso de su creatividad.

Ahora las empresas inteligentes son mi modelo a seguir. Y no solo eso. Me gustaría hacer que todas las empresas aprendieran a ser empresas inteligentes porque considero que de ese modo se le da un verdadero valor al capital humano.





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